CUENTOS DE CARLOS

SOL DA LIBERDADE

A las ocho treinta de la mañana, la ciudad bullía y la gente se desperezaba al trote.

Mario, a contracorriente, caminaba pausado, saboreando todo lo que se ponía ante sus ojos De cuando en cuando, improvisaba algunos pasos de baile y saludaba con palabras de almíbar. Quienes se cruzaban con él, tomaban una prudente distancia, temiendo contagiarse del virus de su sospechosa alegría.

Para los niños reservaba la mejor de sus sonrisas y les ofrecía, generoso, unos pequeños muñecos que sacaba de aquel petate donde cabía toda su vida. Las figuritas de madera que durante años talló sin prisa, cuidadosamente. Ya no quedaba en Mario ningún resentimiento, nada de odio, ni una pizca de la rabia que sintió al principio... Aquel día fue hermoso desde el mismo instante en que recogió todas sus pertenencias y dejó atrás el último portón metálico.

Mario bailoteaba por las calles como... sin vergüenza, porque tocaba para él y sólo para él, la "Orquesta Libertad"

Carlos Sáez
Septiembre de 2011
http://www.carlosaez.com