lunes, 29 de abril de 2013

"Cuentos en Fa sostenido", a cargo de Ernesto Aguirre, en la Feria del Libro 2013

Durante la Feria del Libro celebrada en Getxo en abril de 2013 hemos tenido la fortuna de asistir, entre otros eventos, a dos sesiones de cuentos tan distintas como gozosas. La primera de ellas la protagonizó el sábado 20 en horario vespertino nuestro conocido, admirado y muchas veces disfrutado ERNESTO. Era la primera vez que le escuchábamos en contada completa, como único protagonista, y a partir de ahora sus presencias en el Club de los Cuentistas se nos harán, inevitablemente, cortas. 
Comenzó Ernesto su contada con la historia de Perejil y Perejila, antiguos vecinos del Albaicín granadino, tan humildes como buena gente, y dotado él de una incontinencia verbal que a punto estuvo de volver en su contra el inesperado hallazgo de un tesoro mágico. Su cantarina filosofía vital devendrá, tras emigrar al pujante Brasil, en una pieza de éxito mundial de la mano de un descendiente, Gilberto Gil. 
Estaba a gusto el contador con Sudamérica y su música, así que se trasladó a la vecina Argentina de la mano, o mejor dicho, del pie del magnífico Osvaldo Artiles, quien, para disgusto de sus compañeros de equipo, prefería entonar el tango “Cambalache” en lugar del himno nacional. Ninguneado por los suyos en la cancha, decidió regalar a los amantes del fútbol una magistral jugada individual que ha creado más de un problema a quienes han intentado imitarla. 
Supimos también que la abuela de Ernesto, un día que tendía la ropa siendo niña, “cazó” una preciosa hada de alas transparentes, que le ofreció un único deseo. La abuela Catalina, abrumada ante tamaña elección, fue posponiendo la toma de decisión de día en día, de manera que la vida le llegó a su fin……. ¿sin haber elegido lo adecuado?...... 
Después viajamos a un pueblo muy especial, donde el cura y la mujer del alcalde compartían algo más que avemarías, y donde todas las familias tenían un cerdo. ¿Todas? No. Había una que aún resistía sin cerdo….. por ser la más pobre. Hasta que el cerdo del cura (el que le pertenecía, quiero decir) se escapó y sus carnes terminaron alimentando a los más necesitados. Poco dado a las buenas acciones que su credo predica, y apoyado en el poder de su sotana, quiso el cura dar un escarmiento popular a la depauperada familia, pero el tiro le salió por la culata. 
Para terminar, Ernesto nos habló de una pareja de hábiles carteristas que decidió unir sus fuerzas y sus genes. Como resultado de lo primero, consiguieron una boyante economía. Como resultado de lo segundo, un hijo cuya aparente deficiencia física escondía en realidad el botín de su precoz y finísima habilidad heredada.

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